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Charlas y Presentaciones

Reflexiones sobre bipolaridad

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Los bipolares tienen un patrón: aburrimiento, excitación, proyectos, incomprensión, autodestrucción.

por Eduardo H. Grecco

Actitud frente a la fatiga

Los bipolares tienen un patrón, bastante propio, de ir cansándose progresivamente. Esto no se debe tanto a la fatiga, propia de un esfuerzo, como al aburrimiento que le provoca la rutina. De modo que, cada tanto, deben detener su actividad y hacer otra cosa para tratar de alejar esta vivencia, por que, cuando lo invade, siente que es un escenario que lo aplasta y del cual no puede escapar.

El observador inexperto, al ver esta actitud, deduce que el bipolar carece de voluntad y firmeza, y no le falta razón, pero esto ocurre por motivos diferentes a los que el piensa, No se trata, por ejemplo, de escasez de disciplina sino una necesidad de estimulación renovada y siempre creciente que, en caso de faltar, lo hunde en el tedio y el desinterés.

Pero hay que tener en cuenta que el puño de la depresión que aprieta en silencio el corazón del bipolar (aun en su manía) es, también, uno de los motivos de su agotamiento. Por una parte, consume su energía interior, y por otra, lo enfrenta a un mundo cargado de adversidad que lo aplasta.

“No, no es cansancio…

Es una cantidad de desilusión que se me entraña

en el pensamiento,

es un domingo al revés

del sentimiento,

un feriado pasado en el abismo…”

Fernando Pessoa

Vínculos y proyectos

Todo lo conectado con las relaciones y los proyectos representan un área conflictiva de importancia. El bipolar cambia rápidamente de postura frente a sus proyectos y afectos, le cuesta mantener relaciones profundas y durante mucho tiempo. Es muy usual encontrar, en las historias de estas personas, numerosas experiencias de cambio laboral, vocacional y de pareja, generalmente, con separaciones y desligues turbulentos. Esto se debe, en parte, a la búsqueda de la diversidad de experiencias como un alimento significativo del alma, a la complejidad de su mundo personal y a la tendencia a construir vínculos disfuncionales, enredados, tormentosos y atribulados, tanto con personas como con tareas y emprendimientos.

Reacción frente a situaciones nuevas

Los bipolares tienen una excitación inicial baja y una resonancia de corta duración. Puede ocurrir, sin embargo, que al inicio las nuevas propuestas tengan una fuerte intensidad que decae a poco de andar, como si en el transcurso del tiempo decayera la motivación.

Ocurre algo similar respecto a los objetos y a las personas: acercamiento afectivo fácil pero sin consecuencias prolongadas. Ahora bien, si este contacto les provoca mucha efervescencia, puede llegar a ser explosivo y sin transiciones. A pesar de la intensidad no por eso, sin embargo, deja de ser superficial.

Esto explica dos modelos interpersonales muy frecuentes del bipolar: no involucrarse (que los otros interpretan como falta de compromiso) y el contrario, el involucrarse totalmente, sin gradientes previos. En este sentido, es típico que cuando un bipolar conoce a una persona que le despierta atracción sexual reaccione, por ejemplo, de este modo: “Hola que tal, ¿Cómo te llamas? ¿Nos vamos a vivir juntos?”. [Me recuerda el breve poema confesional del poeta mexicano Efraín Huerta: "En / cuestiones / de amor / (o como se llame) / siempre / he sido / un tanto / prematuro."]

Autodestructividad

Las personas bipolares poseen una gran propensión a destruir, con sus comportamientos, todo lo que construyen, sean vínculos afectivos, o bien desarrollos profesionales o laborales. “… Al borde estoy de ser / lo que más aborrezco: / Caín de lo que quiero”, dice en estos versos, muy gráficamente, el poeta español Pedro Salinas.

Es frecuente encontrar, en sus relatos, un reconocimiento de que sus actitudes y obras fueron las causantes de sus pérdidas, tanto materiales como anímicas. Que, muchas veces, podían visualizar con anticipación el resultado final desastroso de sus actos, pero que, aun así, no podían detener la impulsión coercitiva que los avasallaba.

Es que, en las profundidades de sus almas, se puede descubrir un inconsciente y apremiante sentimiento autodestructivo que los sojuzga y que, seguramente, está enlazado con la herida en la autoestima y la valoración personal que los bipolares cargan. Es como si sus conductas expresaran: “Nada puedo tener, porque de nada soy merecedor”.

Esto conlleva mucho sufrimiento y penurias, soledad, dificultades materiales y de inserción social, que llenan el corazón con una vivencia dolorosa irreparable.

Sentirse incomprendidos

Otra faceta interesante de las personalidades bipolares es la sensación de ser incomprendidos, el estar convencidos de que nadie puede saber de sus males y, por lo tanto, que no hay quien pueda ayudarlo. “Los que llegan no me encuentran. / Los que espero no existen” (Alejandra Pizarnik). Esta vivencia es la madre del desconsuelo que, usualmente, anida en sus conciencias de un modo torturante.

La razón de la creencia de que no existe persona que pueda entender los motivos del “desastre de sus vidas” se debe, en parte, al hecho de que son ellos los primeros que ignoran las causas, seguramente por su manifiesta dificultad para bucear en los repliegues de su intimidad.

Esta vivencia de no tener interlocutores, en oportunidades, los conduce a excluirse de una vida social activa. Pero, a la larga, la soledad -tanto a los bipolares como al resto de las personas y tal como dice Camilo José Cela- “puede llevarnos a extremos desangelados”. En la toma de esta actitud de aislamiento no están gobernados por sentimientos de orgullo o superioridad, sino arrastrados por una sensación de desarraigo y desconexión.

La sensación de no pertenecer se ha convertido, para el bipolar, en un “callejón sin salida”, donde por momentos se siente: ["Inmóvil en la sombra, mudo como una planta, / sembrado, quieto, en un temor de nada, / con derrumbes de carne para adentro / pero sin haber muerto" (Jaime Sabines).]

Y del mismo modo como el sentirse incomprendido puede conducirlo al aislamiento, también puede llevarlo a la indiscriminación de sus conductas (por ej., la promiscuidad); pero el resultado es semejante en ambas reacciones: soledad, incomprensión.

Hay otro aspecto de este problema que se debe considerar con cuidado. Se trata de que el bipolar vive la realidad que piensa como evidente. Tal como expresan -con mayor precisión (y belleza) que mis palabras de terapeuta- estos versos de Pessoa: “Albergo en el pecho, como a un enemigo que temo ofender, / un corazón exageradamente espontáneo / que siente todo lo que sueño como si fuese real, / que acompasa con el pie la melodía de las canciones / que mi pensamiento canta, / canciones tristes, como las calles estrechas cuando llueve”.

Hago aquí una digresión que considero importante. Se podrá decir que, para fundamentar mis reflexiones acerca de la bipolaridad, “abuso” del gran poeta portugués Fernando Pessoa -y de sus famosos “heterónimos” (por ej., los versos anteriores los firma como Álvaro de Campos)- y de otros grandes poetas universales, en desmedro de reconocidos autores del campo de la Psiquiatría, la Medicina y la Psicología; es decir, que me baso en “ficciones” para describir un padecer tan real como el que nos ocupa; pero sucede que la poesía expresa mejor y más cabalmente las emociones -sobre todo, las de los bipolares- que cualquier obra escrita proveniente de la ciencia médica o las disciplinas psicofísicas. Y no exagero.

Ya lo decía una autoridad como Aristóteles: “la Poesía es más verdadera que la Historia, porque ésta dice las cosas como fueron, y la Poesía, como debieron haber sido” -recuérdese aquí la tragedia griega y cuánto la estudió Sigmund Freud, por ej., deseoso de hurgar en el misterio del Inconsciente-. Desde luego, como terapeuta, uno tiene el deber de hacer silencio para escuchar y descubrir a la verdadera persona que se enmascara detrás de su sufrimiento y, sobre todo, de su discurso, sea éste poético o prosaico, realista o fantasioso, reticente o verborrágico, para acompañarlo, después, a encontrarse consigo mismo.

Más aún: uno mismo, como terapeuta, debe estar muy despierto y muy advertido de los peligros de la fascinación por sus propios “versos”, es decir, su propio discurso terapéutico, y volver sobre éste cada tanto para modificar “la letra” que deba ser modificada, sin miedo a nuevos errores o contradicciones (tan propios de los hombres, por otra parte…). Jorge Luis Borges decía: “Toda interpretación es una ficción que se agrega a la realidad”. Y al fin de cuentas, la interpretación del padecer bipolar también es un discurso y, de algún modo, una ficción que se agrega a la realidad particular de quien sufre dicho padecer; por lo tanto, cualquier interpretación a partir de la cual se pretenda fijar para siempre un saber y una estrategia de cura o alivio de la bipolaridad, fracasará, pues ningún saber ni ninguna interpretación deben ser nunca unívocos, definitivos ni estáticos, sino dinámicos, es decir, deben permitirse oscilar como la vida misma, teniendo en cuenta, además, los nuevos aportes multidisciplinarios para el abordaje de este trastorno y, sobre todo, la historia personal, el talento a potenciar y la individualidad irrepetibles de cada paciente.)

Ahora bien, los sueños de los bipolares no son ficciones para ellos, y las imágenes mentales que los forman tienen existencia concreta y, el carácter multidimensional de éstas, hace que sean muy difíciles de poner en palabras (a los poetas les resulta un poco más sencillo…). Téngase en cuenta el hecho de que “cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa” (Alejandra Pizarnik). Por otra parte, lo que ellos “ven” como algo real es -para quienes que los rodean- el atisbo de una sombra que no pueden llegar a representar y, menos aún, comprender.

Fuente: Bipolares Argentina.

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