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Fobia social (trastorno de ansiedad social)

“Sentía miedo en cualquier situación social. Me sentía ansioso incluso antes de salir de la casa y esto escalava a medida que me acercaba a la universidad, a una fiesta, o a lo que fuera. Me daba malestar estomacal—se sentía casi como si tuviera influenza. El corazón me comenzaba a latir fuertemente, las palmas de las manos se me ponían sudorosas, y comenzaba a tener la sensación de que me apartaba de mí mismo y de todos los demás”.
“Al entrar a un sitio lleno de gente, me sonrojaba y sentía como si los ojos de toda la gente se fijaran en mí. Me sentía avergonzado de estar de pie en un rincón a solas, pero tampoco podía pensar en algo que decir a alguien. Era humillante. Me sentía tan torpe, que no veía la hora de salir”.
“No podía ir a citas amorosas y por algún tiempo ni siquiera podía ir a clase. Durante mi segundo año universitario tuve que volver a casa durante un semestre. Me sentía como un fracasado”.
 
 La fobia social, también llamada trastorno de ansiedad social, se diagnostica cuando la gente se siente abrumadoramente ansiosa y excesivamente consciente de sí misma en situaciones sociales de la vida cotidiana. Las personas con fobia social tienen miedo intenso, persistente, y crónico de ser observadas y juzgadas por los demás y de hacer cosas que les producirán vergüenza. Se pueden sentir preocupadas durante días o semanas antes de una situación que les produce temor. Este miedo puede tornarse tan intenso, que interfiere con su trabajo, estudios, y demás actividades comunes, y puede dificultar el hacer nuevas amistades o mantenerlas.
Aunque las personas con fobia social son conscientes de que sus miedos de estar con la gente son excesivos o irracionales, son incapaces de superarlos. Incluso en el caso de que logren enfrentar sus temores y logren estar rodeadas de otras personas, con frecuencia se sienten muy ansiosas de antemano, se sienten muy incómodas durante el encuentro, y se preocupan durante muchas horas después de la situación acerca de cómo fueron juzgadas por los demás.
La fobia social se puede limitar a una sola situación (tal como preguntar algo a la gente, comer o beber, o escribir en una pizarra en frente a los demás), o puede ser tan amplia (como en el caso de una fobia social generalizada) que la persona puede experimentar ansiedad en presencia de prácticamente cualquier persona que no sea de su familia.
Los síntomas físicos que acompañan con frecuencia a la fobia social incluyen enrojecimiento, transpiración intensa, temblor, náuseas, y dificultad para hablar. Cuando estos síntomas ocurren, las personas con fobia social sienten que todas las personas los están mirando.
La fobia social afecta a aproximadamente 15 millones de adultos estadounidenses.1 Las mujeres y los hombres tienen la misma probabilidad de desarrollar el trastorno,10 el cual normalmente comienza en la infancia o al inicio de la adolescencia.2 Existe alguna evidencia de que hay factores genéticos involucrados.11 Normalmente, la fobia social viene acompañada de otros trastornos de ansiedad o depresión2,4 y se puede desarrollar abuso de sustancias si las personas tratan de automedicarse para tratar su ansiedad.4,5
La fobia social puede ser tratada con éxito con ciertos tipos de psicoterapia o medicamentos.

La medicación es el tratamiento de elección en trastornos bipolares; pero, ¿hay evidencia de tratami

Actualmente tenemos suficiente evidencia científica que avala la eficacia de diferentes fármacos para los trastornos bipolares. En esta revisión se pretende conocer si hay alguna terapia psicológica eficaz y, si es así, si ésta potencia los efectos de la medicación
El primer abordaje para un paciente con trastorno bipolar es la terapia farmacológica controlada por un psiquiatra, pero quizá se pueda potenciar o complementar con la terapia psicológica. Aunque cada vez hay más evidencia que la causa de esta enfermedad es genética, los factores psicológicos pueden actuar entre otras cosas como desencadenantes de un episodio con lo cual nos podría permitir actuar sobre ellos para disminuirlos o evitarlos. Pero ¿son todas las terapias psicológicas validas? ¿Hay algunas mejores que otras? Intentaremos responder a estas preguntas.
La psicoterapia impartida por un profesional de la psicología especializado en trastornos bipolares tiene por objetivo que el paciente acepte y conviva mejor con su enfermedad y a que haga una correcta detección de los primeros síntomas de un episodio.
La evidencia empírica sugiere que el mejor tratamiento para un paciente con trastorno bipolar es aquel que combina la medicación con uno de los tratamientos psicológicos.
De los ensayos clínicos realizados para comprobar la eficacia de la terapia psicológica se concluye que la psicoeducación, la terapia interpersonal y del ritmo social y la terapia cognitivo-conductual (en menor medida que las dos anteriores) aportan resultados satisfactorios. Hasta el momento, otras terapias psicológicas (como el psicoanálisis) no han demostrado su eficacia para este trastorno.
Veamos un poco de cada una de las distintas terapias planteadas:
  • La psicoeducación tiene como objetivos mejorar la conciencia de enfermedad, aceptar el diagnóstico y el manejo del estigma social, mejorar el cumplimiento terapéutico y el manejo de los efectos secundarios, la detección e intervención precoz ante una recaída, el manejo del riesgo de los tóxicos y la regularidad de los hábitos  y manejo del estrés. Este tratamiento es útil cuando el paciente se encuentra eutímico, cuando su estado de ánimo es "normal". Se ha mostrado útil en la reducción del número de episodios de todo tipo y en el número de hospitalizaciones. En el estudio realizado por Colom y otros autores se vio que 6 meses de psicoeducación eran suficientes para producir efectos preventivos a largo plazo.
  • La terapia interpersonal de ritmos sociales, ha demostrado ser eficaz en la prevención de las fases depresivas. Se trata de una estrategia terapéutica que tiene por objetivo mejorar la regularidad de las rutinas diarias y del ciclo sueño-vigilia. Basado en la observación de que la privación de sueño puede provocar los síntomas, este tratamiento se basa en el manejo de la estabilidad y el estrés.
  • La terapia cognitivo-conductual fue destinada en el inicio al tratamiento de la depresión unipolar. Esta terapia sostiene que las personas que están deprimidas han desarrollado una visión distorsionada de ellos mismos y del mundo y que han adoptado patrones de pensamiento y conducta que perpetúan sus problemas.  Sin embargo, su eficacia para el tratamiento del trastorno bipolar es cuestionable porque no puede demostrar su eficacia preventiva a largo plazo.
Esperamos que se continúen realizando ensayos clínicos sobre la eficacia de las psicoterapias que sirvan de complemento a la farmacología y que mejoren la calidad de vida de los pacientes con trastornos bipolares.
Así hemos observado como si bien la terapia farmacológica sigue siendo la base del tratamiento de la enfermedad bipolar existe la posibilidad de potenciarlo con psicoterapia para mejorar el curso de la misma. No todas las terapias psicológicas han demostrado eficacia siendo por el momento la psicoeducación, la terapia interpersonal y la terapia cognitivo-conductual las únicas que tienen algunos estudios que las avalan.
Bibliografia:
  • Colom F, Vieta E. Manual de psicoeducación para el trastorno bipolar. Ars Medica, 2004.
  • Colom F, Vieta E. , Sánchez-Moreno J, Palomino-Otiniano R, Reinares M, Goikolea JM, Benabarre A, Martínez-Arán A. Group psychoeducation for stabilised bipolar disorders: 5-year outcome of a randomised clinical trial. Br J Psychiatry. 2009 Mar; 194(3):260-5.

REUNIÓN: NUEVO DELEGADO DE SALUD DE LA JUNTA DE ANDALUCIA

 Hoy hemos estado una representación de Granabip en el Salón de Actos de la delegación de Gobierno con motivo de la presentación del nuevo Delegado de Salud D. Higinio Almagro Castro. En esta reunión hemos podido expenerle nuestras inquietudes como enfermos y como asociación. Como enfermos le hemos pedido una mejor atención primaria en la salud mental, a lo cual nos ha constestado satifactoriamente, pues ha dicho que tiene la intención de dar prioridad a la prevención mediante una mejor atención primaria en todos los ambitos, haciendo incapié en lo relacionado con la drogacicción. En aspecto a la asociación le hemos expuesto los problemas de financiación para poder dar una adecuada atención a nuestros socios, a lo cual nos hemos quedado en concertar una cita para hacernos una visita a  GRANABIP, donde podremos mostrarle nuestras actividades, así como exponerle nuestras deficiencias.

 

La depresión como un factor de riesgo de accidente cerebrovascular

Una revisión sistemática y meta-análisis concluye que la depresión aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular.
Aunque la depresión está claramente vinculado con el aumento de las tasas de los factores del incidente de riesgo cardiovascular y las enfermedades cardiovasculares, su relación con el accidente cerebrovascular incidente no ha sido bien definida. Ahora, los investigadores han llevado a cabo una revisión sistemática y meta-análisis de estudios prospectivos de cohorte evaluar la relación entre la depresión de base y el riesgo de ACV.
Entre los 28 estudios elegibles que incluían a 317 de 540 adultos seguidos durante 2 a 29 años, 8.478 golpes incidente fueron identificados. La heterogeneidad entre estudios fue de moderada a alta. En la mayoría de los estudios, los investigadores evaluaron la depresión a través de auto-reporte de las escalas, mide sólo la depresión al inicio del estudio, estudiaron cohortes de EE.UU. o Europa, y se obtuvieron datos sobre el accidente cerebrovascular de los certificados de defunción o registros médicos. En comparación con los participantes sin depresión, las personas con depresión tenían un riesgo 45% mayor de accidente cerebrovascular, un riesgo 55% mayor de accidente cerebrovascular fatal (evaluado en 8 estudios), y un riesgo 25% mayor de accidente cerebrovascular isquémico (evaluada en 6 estudios). El riesgo relativo de accidente cerebrovascular no fatal y hemorrágico en los participantes deprimidos (evaluado en 3 y 2 estudios, respectivamente) no fueron estadísticamente significativas. Los análisis de sensibilidad, con la contabilización de la historia de base de los resultados de carrera, a la izquierda esencialmente sin cambios. Los autores estimaron que 106 golpes totales, 53 accidentes cerebrovasculares isquémicos, y 22 golpes mortales por 100,0 00 personas por año en los EE.UU. se deben a la depresión.
Comentario: Este estudio amplio y riguroso proporciona la evidencia más convincente hasta la fecha que la depresión - un problema frecuente y generalizada - confiere un riesgo significativo y sustancial para el accidente cerebrovascular. Presumiblemente, la depresión podría provocar un derrame cerebral a través de varios mecanismos, incluyendo efectos protrombóticos y proinflamatorios, pero se necesitan más estudios para aclarar si la depresión es causal o simplemente un marcador para el accidente cerebrovascular. Mientras tanto, los médicos prudentes lo desea, puede analizar de forma rutinaria y tratar la depresión clínica en pacientes con o en riesgo de ictus, sobre todo porque la depresión está relacionada con factores conocidos de riesgo de accidente cerebrovascular estilo de vida, tales como el sedentarismo, el tabaquismo, la insuficiencia de sueño, y el incumplimiento de la medicación.
Publicado en el Diario Vea Neurología 01 de noviembre 2011
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