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RELATO GANADOR IV CONCURSO DE "RELATOS CON ALMA"

Hz Ngr

Hay una galaxia con mi nombre vagando por el Universo. Hay galaxias que chocan entre sí,
que se fusionan y colapsan. Yo no soy de esas. Voy a mi aire, normalmente sola. A veces
resulta agradable pero a veces es abrumador.

Realmente la galaxia soy yo, un gran agujero negro que hago girar todo a mi alrededor. Soy
tan poderoso que puedo mover sistemas solares, con sus estrellas, planetas y todo lo demás.
No hay nada tan poderoso como un agujero negro galáctico, pero unos somos diferentes de
otros. Los hay preciosos, que forman grandes chorros de luz de todos los colores. Los hay
que emiten una luz menos radiante pero agradable, una luz amable. En mi caso, no sabría
decir cómo soy.

El otro día hablaba con una galaxia amiga y estaba preocupada por mí. Yo emitía unos
hermosos chorros resplandecientes, tan brillantes que dejaban a cualquier otra por la suela de
los zapatos. Mi amiga decía que a este paso iba a acabar implosionando, que eso no podía ser
bueno. Pero, ¿cómo iba a acabar así si me encontraba mejor y con más fuerza que nunca? Si
hubiese querido, habría podido atrapar en mi oscuridad al resto de galaxias, me haría con el
Universo entero. Mis estrellas giraban a mi alrededor a toda velocidad, me expandía, me
hacía enorme. Pero tanto brillaba que no paraba de tragarme mis propias estrellas, las más
cercanas no dejaban de caer y caer en mi negrura para alimentar el ansia que me desbordaba.
Llegó un momento en que todo a mi alrededor quedó vacío. Mis estrellas cercanas habían
desaparecido pero yo seguía girando sin control; el resto de mis estrellas también pero yo ya
no refulgía en el Universo. Poco a poco, conforme fuí perdiendo velocidad, mis estrellas se
acercaron despacio, asegurándose de que no les haría daño. Había engullido a sus amigas, a
las más cercanas y me tenían miedo. Y yo estaba triste por ello. Mis galaxias vecinas, poco a
poco, se fueron aproximando para ver por qué estaba tan apagada pero no quería verlas. Solo
quería descansar, muy despacio, en mis tinieblas.

Y así pasaron millones de años de tristeza en mi galaxia, antaño radiante. Un día dormitaba
cuando, sin querer, me tragué una estrella cercana. No tuve intención de hacerlo, había sido
sin querer pero abrió mi apetito. Sabía que había estado mal pero esa primera estrella me dio
hambre de más.

Despacito, para que no se notara, me fui comiendo otras. Al principio de una en una en una.
Luego de dos en y así, cuando caí en la cuenta, estaba volviendo a brillar. Deslumbraba como
nunca lo había hecho, a mis estrellas no les daba a tiempo a alejarse lo suficiente porque las
atraía con mi gran poder. Era un hermoso y fulgurante disco, que giraba a toda velocidad y
soltaba enormes ráfagas de arriba y abajo. Un anillo que, tal y como vaticinó mi amiga
antaño, acabó por implosionar sobre sí mismo. Comí todo a mi alrededor. Me quedé sola,
definitivamente sola y perdida para el resto de mi lóbrega eternidad.

 

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