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Charlas y Presentaciones

La medicación es el tratamiento de elección en trastornos bipolares; pero, ¿hay evidencia de tratami

Actualmente tenemos suficiente evidencia científica que avala la eficacia de diferentes fármacos para los trastornos bipolares. En esta revisión se pretende conocer si hay alguna terapia psicológica eficaz y, si es así, si ésta potencia los efectos de la medicación
El primer abordaje para un paciente con trastorno bipolar es la terapia farmacológica controlada por un psiquiatra, pero quizá se pueda potenciar o complementar con la terapia psicológica. Aunque cada vez hay más evidencia que la causa de esta enfermedad es genética, los factores psicológicos pueden actuar entre otras cosas como desencadenantes de un episodio con lo cual nos podría permitir actuar sobre ellos para disminuirlos o evitarlos. Pero ¿son todas las terapias psicológicas validas? ¿Hay algunas mejores que otras? Intentaremos responder a estas preguntas.
La psicoterapia impartida por un profesional de la psicología especializado en trastornos bipolares tiene por objetivo que el paciente acepte y conviva mejor con su enfermedad y a que haga una correcta detección de los primeros síntomas de un episodio.
La evidencia empírica sugiere que el mejor tratamiento para un paciente con trastorno bipolar es aquel que combina la medicación con uno de los tratamientos psicológicos.
De los ensayos clínicos realizados para comprobar la eficacia de la terapia psicológica se concluye que la psicoeducación, la terapia interpersonal y del ritmo social y la terapia cognitivo-conductual (en menor medida que las dos anteriores) aportan resultados satisfactorios. Hasta el momento, otras terapias psicológicas (como el psicoanálisis) no han demostrado su eficacia para este trastorno.
Veamos un poco de cada una de las distintas terapias planteadas:
  • La psicoeducación tiene como objetivos mejorar la conciencia de enfermedad, aceptar el diagnóstico y el manejo del estigma social, mejorar el cumplimiento terapéutico y el manejo de los efectos secundarios, la detección e intervención precoz ante una recaída, el manejo del riesgo de los tóxicos y la regularidad de los hábitos  y manejo del estrés. Este tratamiento es útil cuando el paciente se encuentra eutímico, cuando su estado de ánimo es "normal". Se ha mostrado útil en la reducción del número de episodios de todo tipo y en el número de hospitalizaciones. En el estudio realizado por Colom y otros autores se vio que 6 meses de psicoeducación eran suficientes para producir efectos preventivos a largo plazo.
  • La terapia interpersonal de ritmos sociales, ha demostrado ser eficaz en la prevención de las fases depresivas. Se trata de una estrategia terapéutica que tiene por objetivo mejorar la regularidad de las rutinas diarias y del ciclo sueño-vigilia. Basado en la observación de que la privación de sueño puede provocar los síntomas, este tratamiento se basa en el manejo de la estabilidad y el estrés.
  • La terapia cognitivo-conductual fue destinada en el inicio al tratamiento de la depresión unipolar. Esta terapia sostiene que las personas que están deprimidas han desarrollado una visión distorsionada de ellos mismos y del mundo y que han adoptado patrones de pensamiento y conducta que perpetúan sus problemas.  Sin embargo, su eficacia para el tratamiento del trastorno bipolar es cuestionable porque no puede demostrar su eficacia preventiva a largo plazo.
Esperamos que se continúen realizando ensayos clínicos sobre la eficacia de las psicoterapias que sirvan de complemento a la farmacología y que mejoren la calidad de vida de los pacientes con trastornos bipolares.
Así hemos observado como si bien la terapia farmacológica sigue siendo la base del tratamiento de la enfermedad bipolar existe la posibilidad de potenciarlo con psicoterapia para mejorar el curso de la misma. No todas las terapias psicológicas han demostrado eficacia siendo por el momento la psicoeducación, la terapia interpersonal y la terapia cognitivo-conductual las únicas que tienen algunos estudios que las avalan.
Bibliografia:
  • Colom F, Vieta E. Manual de psicoeducación para el trastorno bipolar. Ars Medica, 2004.
  • Colom F, Vieta E. , Sánchez-Moreno J, Palomino-Otiniano R, Reinares M, Goikolea JM, Benabarre A, Martínez-Arán A. Group psychoeducation for stabilised bipolar disorders: 5-year outcome of a randomised clinical trial. Br J Psychiatry. 2009 Mar; 194(3):260-5.

REUNIÓN: NUEVO DELEGADO DE SALUD DE LA JUNTA DE ANDALUCIA

 Hoy hemos estado una representación de Granabip en el Salón de Actos de la delegación de Gobierno con motivo de la presentación del nuevo Delegado de Salud D. Higinio Almagro Castro. En esta reunión hemos podido expenerle nuestras inquietudes como enfermos y como asociación. Como enfermos le hemos pedido una mejor atención primaria en la salud mental, a lo cual nos ha constestado satifactoriamente, pues ha dicho que tiene la intención de dar prioridad a la prevención mediante una mejor atención primaria en todos los ambitos, haciendo incapié en lo relacionado con la drogacicción. En aspecto a la asociación le hemos expuesto los problemas de financiación para poder dar una adecuada atención a nuestros socios, a lo cual nos hemos quedado en concertar una cita para hacernos una visita a  GRANABIP, donde podremos mostrarle nuestras actividades, así como exponerle nuestras deficiencias.

 

La depresión como un factor de riesgo de accidente cerebrovascular

Una revisión sistemática y meta-análisis concluye que la depresión aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular.
Aunque la depresión está claramente vinculado con el aumento de las tasas de los factores del incidente de riesgo cardiovascular y las enfermedades cardiovasculares, su relación con el accidente cerebrovascular incidente no ha sido bien definida. Ahora, los investigadores han llevado a cabo una revisión sistemática y meta-análisis de estudios prospectivos de cohorte evaluar la relación entre la depresión de base y el riesgo de ACV.
Entre los 28 estudios elegibles que incluían a 317 de 540 adultos seguidos durante 2 a 29 años, 8.478 golpes incidente fueron identificados. La heterogeneidad entre estudios fue de moderada a alta. En la mayoría de los estudios, los investigadores evaluaron la depresión a través de auto-reporte de las escalas, mide sólo la depresión al inicio del estudio, estudiaron cohortes de EE.UU. o Europa, y se obtuvieron datos sobre el accidente cerebrovascular de los certificados de defunción o registros médicos. En comparación con los participantes sin depresión, las personas con depresión tenían un riesgo 45% mayor de accidente cerebrovascular, un riesgo 55% mayor de accidente cerebrovascular fatal (evaluado en 8 estudios), y un riesgo 25% mayor de accidente cerebrovascular isquémico (evaluada en 6 estudios). El riesgo relativo de accidente cerebrovascular no fatal y hemorrágico en los participantes deprimidos (evaluado en 3 y 2 estudios, respectivamente) no fueron estadísticamente significativas. Los análisis de sensibilidad, con la contabilización de la historia de base de los resultados de carrera, a la izquierda esencialmente sin cambios. Los autores estimaron que 106 golpes totales, 53 accidentes cerebrovasculares isquémicos, y 22 golpes mortales por 100,0 00 personas por año en los EE.UU. se deben a la depresión.
Comentario: Este estudio amplio y riguroso proporciona la evidencia más convincente hasta la fecha que la depresión - un problema frecuente y generalizada - confiere un riesgo significativo y sustancial para el accidente cerebrovascular. Presumiblemente, la depresión podría provocar un derrame cerebral a través de varios mecanismos, incluyendo efectos protrombóticos y proinflamatorios, pero se necesitan más estudios para aclarar si la depresión es causal o simplemente un marcador para el accidente cerebrovascular. Mientras tanto, los médicos prudentes lo desea, puede analizar de forma rutinaria y tratar la depresión clínica en pacientes con o en riesgo de ictus, sobre todo porque la depresión está relacionada con factores conocidos de riesgo de accidente cerebrovascular estilo de vida, tales como el sedentarismo, el tabaquismo, la insuficiencia de sueño, y el incumplimiento de la medicación.
Publicado en el Diario Vea Neurología 01 de noviembre 2011

Las personas con trastorno bipolar tienen una peor calidad de vida física

Un estudio realizado en la UGR demuestra que en la peor calidad de vida física de estos pacientes podrían influir un mayor uso de sustancias adictivas como alcohol y tabaco, los efectos secundarios que el tratamiento farmacológico produce a largo plazo y un estilo de vida más sedentario. Para realizar este trabajo, los investigadores analizaron a 108 pacientes con trastorno bipolar, frente a un grupo comparativo formado por 1.210 personas procedentes de una muestra de población general.

Universidad de Granada
Un estudio realizado en el Instituto de Neurociencias de la Universidad de Granada y la Unidad de Salud Mental del Hospital Neurotraumatológico de Jaén ha evaluado cómo es la calidad de vida de los pacientes que sufren trastorno bipolar, en comparación con la población general, y qué variables se asocian en los pacientes a una peor calidad de vida. Parte de los resultados de esta investigación aparecen en un artículo científico del número de agosto de 2008 de la prestigiosa revista internacional Bipolar Disorders. Además, el boletín Headlines de la American Psychiatric Association ha seleccionado este artículo, de entre los publicados por las revistas psiquiátricas de impacto, como el artículo relevante del mes en cuanto a trastornos psiquiátricos o su tratamiento.
Para realizar este trabajo, los investigadores de la UGR Luis Gutiérrez Rojas y Manuel Gurpegui Fernández de Legaria, junto a otros científicos, analizaron a 108 pacientes con TB, frente a un grupo comparativo formado por 1.210 personas procedentes de una muestra de población general. Dentro del grupo de pacientes, 48 de ellos se encontraban eutímicos, es decir, sin síntomas activos de la enfermedad; y los 60 restantes (no eutímicos) presentaban síntomas relevantes en el momento de la evaluación.  El TB, conocido antiguamente como psicosis maníaco-depresiva, afecta aproximadamente a 3 de cada 100 personas y consiste en sufrir episodios recurrentes de depresión (fases depresivas) que alternan con otros períodos de gran euforia (fases maníacas). El afectado oscila intensamente (generalmente en semanas o meses) entre la alegría y la tristeza, además de gozar de otros periodos de normalidad (eutimia).

Peor calidad de vida física

Los científicos granadinos han encontrado que, como era de esperar, los pacientes con TB tienen peor salud mental que la población general; pero, además, han descubierto que tienen peor calidad de vida a nivel físico. En la peor calidad de vida física podrían influir un mayor uso de sustancias adictivas como alcohol y tabaco, los efectos secundarios del tratamiento farmacológico a largo plazo y un estilo de vida más sedentario. De esta investigación se desprende también que los pacientes con TB que sufren una peor calidad de vida mental son quienes comenzaron a sufrir la enfermedad antes de los 20 años, quienes llevan más tiempo sufriéndola, quienes padecen el subtipo II de la enfermedad, quienes presentan dependencia del tabaco y quienes en el presente sufren síntomas depresivos. Además, los investigadores granadinos han demostrado que tener un alto apoyo social (de la familia, por ejemplo) está asociado a una mejor calidad de vida en el paciente. Además, su trabajo ha puesto de manifiesto que los síntomas depresivos (tristeza, apatía, cansancio, dificultad de concentración, insomnio, falta de apetito, etc.) afectan a la calidad de vida más que los síntomas maníacos (autoestima exagerada, desinhibición, verborrea, hiperactividad, aumento del apetito sexual, etc.). Y también producen más discapacidad o repercusión negativa en la capacidad para trabajar y para la vida familiar y social; esto probablemente se deba a que los síntomas maniacos son más breves en el tiempo y responden bien a la medicación, mientras que los depresivos suelen ser más difíciles de eliminar por completo. Intervenir más activamente

Luis Gutiérrez Rojas destaca que, a la vista de los resultados de este trabajo, se debería intervenir más activamente en la ayuda de quienes presentan síntomas depresivos o alta dependencia tabaquica. Sin embargo, otras variables que a priori podrían parecer más importantes, como tener antecedentes familiares de la enfermedad, haber sufrido muchos episodios del trastorno o haber realizado algún intento de suicidio, no aparecen como variables significativamente asociadas a mala calidad de vida. Más información:

 

Luis Gutiérrez Rojas

Instituto de Neurociencias

Universidad de Granada

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